(I). CREACIÓN
Y LA LUZ (HALÓGENA) SE HIZO.
“At the beginning of time there was no dust.”
Sheila Heti, Pure Colour
El universo de Viridian busca reflejar la belleza de un entorno físico contingente, resultado de la acción alterna de la creación y la destrucción. Hay algo del mundo ambiguo y en ruinas de Hamlet que me resulta similar: ese estar al borde de algo. También está el hecho de que Ofelia, uno de los personajes femeninos de Shakespeare más estudiados y representados, haya sido considerada un precedente del ecofeminismo, es decir, del pensamiento que se esfuerza por comprender este mundo herido desde la intersección del género, la raza y la degradación ambiental.Miro una reproducción de la famosa Ofelia del pintor prerrafaelita John Everett Millais. Enmarcada en el verdor, Millais la pinta ya sin vida, ahogada tras haber caído al agua mientras intentaba colgar guirnaldas de flores sobre las ramas de un árbol. En la obra de Shakespeare este episodio no se representa de manera explícita, sino que lo conocemos gracias a las palabras de la reina Gertrude, quien no duda en comparar a Ofelia sumergida en el “lloroso arroyo” con una criatura mucho más conectada con la naturaleza marina, la sirena: “sus ropas se extendieron y la sostuvieron un rato a flote como una sirena, mientras ella cantaba trozos de viejas melodías, como inconsciente de su peligro, o como criatura natural y familiar en ese elemento”. Los vestidos de Ofelia, aquello más próximo a su piel, abandonaron la forma de su cuerpo, mutaron para acabar descomponiéndose, pasando a formar parte de alguna otra cosa.
Esta Ofelia es una especie de sirena evanescente, traslúcida, dispuesta a ser una con la naturaleza. Me pregunto qué aspecto tendría una Ofelia contemporánea. Lo primero que pienso es que hoy en día toda agua contiene plástico: un arroyo contaminado, Ofelia y los desechos. Quizás en la imagen ficticia que intento evocar también las plantas acabarían abriéndose paso, exuberantes y tentaculares, rodeando el cuerpo de la joven y liberando de manera incesante oxígeno a nuestra atmósfera envenenada. En esta ocasión, las delicadas flores de la guirnalda dispuestas alrededor del pecho de Ofelia podrían hallarse en descomposición, para recordarnos que son transitorias, capaces tanto de metamorfosearse en frutos que protegen con celo la semilla de lo que está por venir, como de de morir para descomponerse y seguir creando más vida. ¿Qué prendas llevaría esta Ofelia y en qué condiciones habrían sido producidas? ¿También se hincharían y, volviéndose cada vez más pesadas, sellarían su funesto destino?
Lo que me gusta del personaje de Ofelia es que utiliza la vegetación para comunicarse con una realidad que no está dispuesta a escucharla. Desde su fragilidad se sirve de la simbología de las flores para intentar influir sobre el resto. La experta en ecología Suzanne Simard ha estudiado cómo los árboles se comunican a través de una red de hongos subterráneos. Mientras proliferan los discursos que advierten acerca de la posibilidad de la extinción (propia y ajena), el reino de los vegetales continúa su diálogo ancestral. Ofelia escuchaba esta conversación entre seres hasta el punto de convertirse en su interlocutora, una amante de la vida en todos los niveles que lo componen.
Fascinada, sigo contemplando la reproducción de Millais, y no puedo evitar conectar a Ofelia con una de las fotografías de la artista cubana Ana Mendieta. En ella, su cuerpo aparece cubierto de flores en una tumba abierta cavada en la tierra. ¿Dónde acaba el cuerpo humano y empiezan los cuerpos no humanos? Aquí y ahora, ambas mujeres parecen querer recordarnos que habitamos espacios liminales, entre la vida y la muerte, entre lo puro y lo impuro.
(II). DECADENCIA
LA NATURALEZA HERIDA
“Entonces sucede. A través de lo que era perfecto,
un escombro carbonizado se alza, filtrándose
—un revoltijo de varillas anudadas y rejas rotas,
lámina de metal, oxidada y en púas,
abren la arena como si fuera mi propia piel.
Puedo sentir la chatarra de todo eso en mi cuerpo —algo salvaje se levanta.
No puedo evitar lo que sucede. El crujido está dentro de mí”.
Natalie Diaz, Poema de amor poscolonial.
“Yo estaba cubierta por el tiempo y la historia”.
Ana Mendieta
Nuestros antepasados del barroco no necesitaron experimentar la naturaleza herida posterior a la revolución industrial para situar en el centro de sus preocupaciones la fugacidad de la vida. En pintura, se popularizaron las vanitas, un tipo de naturalezas muertas que aspiraba a reflejar el carácter efímero de nuestra existencia. En medio de símbolos como los cráneos y las velas, los artistas del barroco no dejaron de pintar frutos pasados y flores con pétalos arrugados o caídos. La naturaleza en decadencia. En el bodegón la podredumbre de los frutos nos confronta con la pregunta por nuestro pasado. El pasado es un fantasma, algo que fue, pero que ahora está ausente. Y sin embargo, las huellas del pasado están por todas partes. El espectro de Ofelia podría pasearse por las ruinas urbanas, paisajes industriales y zonas desertificadas de nuestro presente, testigos mudos de la crisis ecológica de la que también es responsable la industria de la moda.

La decadencia es una manera en que los seres humanos interpretamos nuestra relación con el paso del tiempo. Su origen procede del latín DECADERE, decaer. Cuando señalamos algo como decadente, toda una constelación de conceptos parecen seguirlo: agotamiento, declive, fracaso, desgaste. Según el relato bíblico, la mortalidad de los seres humanos se inaugura con la caída, el pecado original: saborear una fruta caduca, perecedera. Por una vez, esta percepción humana de la temporalidad se hace eco del tiempo biológico. Todo cuanto nace lo hace irremediablemente unido a su decadencia. Lo natural se descompone, vuelve al origen, pero a lo manufacturado también le espera la caída cíclica.
Se acumulan los recuerdos, los sedimentos, la polución.
“¿Recordaremos de dónde venimos? Del agua.
Y una vez recordado, ¿regresaremos a esa primera agua y, al hacerlo, volveremos a nosotros mismos y el uno al otro?
¿Piensas que el agua olvidará lo que hemos hecho, lo que seguimos haciendo?”
Natalie Diaz, Poema de amor poscolonial.
(III). SUEÑO EN VERDE.
UN MUNDO EN TIERNA DESCOMPOSICIÓN.
“Lo bello es feo y lo feo es bello”.
William Shakespeare, Hamlet
Frente a mí, el agua de un jarrón se vuelve turbia. Podría tratarse del exuberante bodegón de De Heem. Al ser cortados, los tallos de las flores liberan compuestos orgánicos que sirven de alimento a las bacterias presentes en el agua. La muerte de las flores se acelera, mientras que en el agua no deja de latir la vida. Las nociones de inicio y fin se emborronan. Nos acercamos al pasado como si del agua limpia se tratase, buscando un brillo, una vitalidad extra de la que ahora creemos carecer. Soñamos en verde, con una naturaleza prístina, pura. Puedo decir que mis flores se han transformado. Reblandecerse, amarillear, marchitarse, eclosionar, abrirse, arrugarse, descomponerse, también es estar viva. Nos esforzamos por dirigir nuestra mirada hacia otros lugares, lejos del exceso, de lo que huele a un final, pero en la contemplación melancólica de la decadencia de lo vivo también encuentro belleza y trascendencia, un sentido. ¿Podemos aprender a vivir en un mundo herido? El declive y el crecimiento son fuerzas ecológicas complementarias. Quizás haya en la decadencia una forma de resistir.
IV. RENACIMIENTO
La regeneración todavía es posible. Somos compost.
Donna Haraway, Seguir con el problema. Generar parentesco en el Chthuluceno.
“Y un día nos dijo el sueño de toda célula es devenir células, y millones de ellas participan de esta: nuestra respiración”.
Maricela Guerrero, El sueño de toda célula
Ocultando su cuerpo en las aguas estancadas y tapizadas de flores, Ofelia deviene una con la naturaleza. La simbiosis es una relación de identidad, donde una toma la forma del universo y se sabe porosa, lugar de metamorfosis. Contemplar la descomposición de un mundo que se comunica a través de los micelios —unas estructuras de hongos de aspecto aterciopelado— trae consigo el surgimiento de la esperanza. Una esperanza tímida, juguetona, torpe y temblorosa, que pasa por el reconocimiento horizontal de la vida en todos los niveles que la componen: células, plantas, animales, minerales. La Tierra es un jardín herido que sigue dando frutos.

“La certeza de que en medio de una terrible destrucción, la vida encuentra maneras de florecer, y ese fulgor de vida nos incluye”. Deborah Bird Rose, Shimmer.
When all you love is being trashed”. “Yo soy el verde del bulbo y el momento en el que la semilla se parte, el desplegarse del pétalo, el verdor en la punta de las ramas de los árboles, como si el verde estuviese encendido. Las plantas que se abren paso entre la basura y el plástico, antes, después, afloran, pese a todo (…) Las flores se abren entre los vertidos ilegales”.
Ali Smith, Primavera.
Un ensayo de Sandra Ramos